130 años desde la muerte de Mihai Eminescu

15.06.2019 22:39

 

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Eminescu es, indiscutiblemente, el más grande poeta moldavo del siglo XIX y es considerado todavía el poeta nacional por la mayoría de los rumanos. Esta consideración no es debida necesariamente al valor estético de sus poesías, (en el sentido que no todo el mundo tiene conocimientos de crítica literaria) sino más bien porque en sus meditaciones refleja las inquietudes más dignas del alma rumana. La obra de Eminescu ha sido traducida a más de 60 idiomas.

 

 

 

Mihai Eminescu o Mihail Eminovici (15 de enero de 1850 BotosaniMoldavia15 de junio de 1889BucarestRumanía) fue un poeta del romántico tardío. Fue poetaprosista y periodista, calificado por la crítica literaria como la voz poética más importante de la literatura rumana. Posiblemente es el poeta rumano más conocido a nivel mundial, siendo sus obras más conocidas Luceafărul(El lucero), Mai am un singur dor (Me queda un solo deseo), y 5 Scrisori (Cinco Cartas).

Era un miembro activo de la Sociedad Literaria "Junimea", siendo además afiliado al Partido Conservador de Rumanía y periodista en "Timpul" (el periódico oficial del Partido Conservador).

"Mihail" es una forma arcaica de Mihai, (Miguel en idioma español). Ambos se usaban en la época en la que vivió, y él usó los dos. De todas formas, en Rumanía se le conoce actualmente como Mihai Eminescu.

Su padre, Gheorghe Eminovici, era de Călineşti, por aquel entonces una aldea de la provincia austríaca de Bucovina, pero cruzó la frontera con Moldavia asentándose en el pueblo de Botoșani, y casándose con Raluca Iurăscu, descendiente de una antiquísima familia moldava de la aristocracia.

Flor azul
«¿De nuevo hundido en los astros,
en las nubes, en los cielos?
Por lo menos, no me olvides,
alma y vida de mi vida.

En vano los arroyuelos
juntas en tu pensamiento
y las campiñas asirias
y la tenebrosa mar;

las pirámides vetustas
que alzan sus puntas al cielo.
¡Para qué buscar tan lejos
tu dicha, querido mío!»

Así mi niña me hablaba,
dulcemente acariciándome.
¡Ella tenía razón!
Yo reía, sin embargo.

«Vámonos al bosque verde,
donde las fuentes del valle
lloran y la roca puede
precipitarse al abismo.

Allí, en lo claro del bosque,
cerca del junco tranquilo,
bajo la serena bóveda
del moral nos sentaremos.

Y me contarás los cuentos
y me dirás las mentiras;
yo, con una margarita
comprobaré si me quieres.

Y bajo el calor del sol,
roja como una manzana,
tenderé mi cabellera
para cerrarte la boca.

Si tú acaso me besaras,
nunca nadie lo sabría,
pues debajo del sombrero,
¡eso a quién puede importarle!

Cuando a través de las ramas
salga la luna de estío,
tú me enlazarás del talle,
yo me prenderé a tu cuello.

Bajo el techo de las ramas,
al descender hacia el valle,
caminando cambiaremos
nuestros besos como flores.

Luego, al llegar a la puerta,
hablaremos en lo oscuro;
que nadie de esto se ocupe;
si te quiero, ¿a quién le importa?»

Un beso más… y se ha ido.
¡Yo quedo bajo la luna!
¡Qué hermosa es y qué loca
es mi azul, mi dulce flor!

Tú, maravilla, te fuiste,
y así murió nuestro amor .
¡Flor azul, oh flor azul!…
¡Qué triste que es este mundo!

 

Atardecer en la colina
El cuerno quejoso suena en la colina,
suben los rebaños, brillan las estrellas,
las aguas responden, gimiendo en las fuentes;
bajo las acacias, querida, me esperas.
La luna atraviesa clara y santa el cielo,
tus ojos contemplan el raro follaje,
las estrellas húmedas nacen en lo alto,
tú estás de ansias llena y de amor tu seno.
Las nubes resbalan, sus rayos se estrían,
levantan las casas sus techos vetustos,
la roldana al viento chirría en el pozo,
el valle es de humo, las flautas murmuran.
Hombres fatigados, la hoz sobre el hombro,
vuelven de los campos; la toica* resuena,
la campana llena con su voz la noche,
y mi alma se quema de amor en tu fuego.
¡Ah!, pronto en el valle el pueblo se duerme,
¡ah!, pronto mis pasos hacia ti me llevan.
Cerca de la acacia pasaré la noche
e incansablemente te diré: te quiero.
Las cabezas juntas, una contra otra,
bajo la alta acacia nos adormiremos
¿Quien la vida entera no la entregaría
por una tan bella, tan dichosa noche?

* Toica es un trozo de madera o metal que se golpea para llamar a la oración

 

La patria de la vida es el presente
La patria de la vida es el presente,
sólo estamos en el instante de ahora,
estamos en la verdad. – Y el pasado
con el futuro son sólo pensamiento.
en vano empujáis lo que tenéis delante,
en vano deseáis las cosas que vendrán.
Volved hacia vuestro interior y conoceréis
que todo en el mundo, todo está en el presente.
Todo lo que fue o será alguna vez,
fueron, serán sólo porque es.
¿No sabes que tocando a un hombre
tocas la humanidad? La multitud es ilusión.
Di a miles de hombres la misma palabra
y en miles despertará entonces
el mismo icono, el mismo sentido.
Signo que todos son en uno y el uno es en todos.

 

Separación
¿Pedirte yo un recuerdo para que no te olvide?
Sólo a ti te quisiera, mas no te perteneces;
ni esa flor ya sin vida entre tu pelo rubio,
pues que sólo deseo que me eches al olvido.
¿De qué sirve sentir la dicha ya apagada,
que no se extingue y sigue igual eternamente?
El mismo río canta con diferentes ondas:
¿de qué puede servir la persistente pena
si a través de este mundo está escrito pasamos
cual sueño de una sombra y sombra de un ensueño?
¿Para qué preocuparte de mí más adelante?
¿Por qué contar los años que vuelan con los muertos?
Lo mismo da que muera hoy día que mañana,
ya que borrar deseo el rastro de mi paso,
ya que quiero que olvides nuestro sueño feliz.
No vuelvas, vida mía, a los años pasados,
en una sombra negra queda desvanecida,
como si jamás juntos hubiésemos estado,
como si aquellos años de amor se vaciasen.
¿De tanto haberte amado me podrás perdonar?
Déjame entre extranjeros la cara contra el muro,
que en mis ojos se hiele la luz de mis pupilas,
y así, cuando este barro a la tierra retorne,
¿quién sabrá ya quién soy, quién ya de dónde vengo?
y mis lamentaciones, atravesando el muro,
pedirán para mí el eterno reposo.
Sólo desearía que alguien cerca de mí
pronunciase tu nombre sobre mis ojos ciegos,
y después-si así quieren-que me echen al camino…
Más dicha yo tendré que la que tengo ahora.
Del horizonte llega la bandada de cuervos,
oscureciendo el cielo sobre mis turbios ojos;
que la tormenta estalle sobre el haz de la tierra,
mi barro al polvo vuelva, mi corazón, al viento…
Pero tú sigue en flor como luna de abril,
con tus ojos violeta, tu sonrisa de niña,
pues aunque seas joven siempre lo serás más,
pero no me recuerdes, pues de mí yo me olvido.

 

Yo quisiera dormirme…
(Variante)

Yo quisiera dormirme,
perdido en la noche.
Condúceme en silencio
al borde del mar.
No quiero ataúd rico,
luces ni oriflamas,
trénzame sólo un lecho
de jóvenes ramos.
Que el sueño me sea dulce
y el bosque cercano,
que brille un cielo limpio
en las hondas aguas.
Que del dolor brotando
suban a la orilla,
que a las rocas se abracen
sus brazos de olas.
Se levantan y caen
murmurando siempre,
mientras sobre los pinos
resbala la luna.
Que nadie junto a mí
llore en mi almohada,
que la muerte haga hablar
las hojas resecas.
Que el todopoderoso
en el viento pase,
que en mí el sagrado tilo
sacuda su flor.
Y como no andaré
nunca más errante,
caerán sobre mí
los tiernos recuerdos
que no sabrán que miro
la inquietud del mundo
mientras que las lianas
mi soledad cubren.

 

Y si…
Y si ramas golpean la ventana,
y los álamos se estremecen,
es para tenerte en mi mente
y suavemente acercarte.
Y si estrellas se reflejan en el lago,
iluminando su hondura,
es para apaciguar mi dolor,
volviendo a estar sereno.
Y si las nubes espesas van
y en el claro sale la luna,
es para acordarme de ti
y guardarte siempre en mi memoria.

 

¡Oh, madre!…
¡Oh, madre, dulce madre, del fondo de los tiempos
siento que entre el murmullo de las hojas me llamas!
Sobre la cripta negra de la sagrada tumba,
se deshoja la acacia al soplo del otoño
y sus ramas agita, tu voz acompañando…
Ellas se mecerán y tú dormirás siempre.
Cuando muera, querida, no llores a mi lado;
pero al sagrado tilo arráncale una rama,
ponla en mi cabecera y entiérrala conmigo
y que sobre ella corra el llanto de tus ojos;
un día llegará a dar sombra a mi tumba…
La sombra crecerá y yo dormiré siempre.
Y si acaso ocurriese que muriéramos juntos,
que no nos lleven nunca al triste cementerio,
que caven nuestra tumba al borde de un arroyo,
que nos coloquen juntos en un mismo ataúd;
así te quedarás apoyada en mi hombro…
Siempre llorará el agua y dormiremos siempre.